Era la semana anterior a los primeros exámenes de enero de toda mi vida y me dedicaba a pasear por Madrid con mis padres. Después de unas intensas navidades encerrada, no hay nada como relajarse un poquillo: compras, compras y más compras. Pero entre tienda y tienda pasamos por Tirso de Molina y fue entonces cuando vi anunciada la obra de teatro El nombre de la Rosa. "Yo quiero ir a verla", pensé, y no encontraba a nadie dispuesto a acompañarme.
Pasaron los meses y llegamos a marzo. Mi compañero de clase David Llosa y yo nos empezamos a llevar muy bien cuando comenté que quería ir al teatro; "mis padres han ido a verla y les ha gustado", me contestó. Total, que dos semanas después ahí estábamos Nuria, David y yo con nuestras 3 entradas de 15€ para ir a ver El nombre de la Rosa al Teatro Apolo de Tirso de Molina en mi amado Madrid.
Pues eso, que si nadie venía, que si iba a ir sola, que si viene David, que si viene Nuria y que si después nos fuimos a cenar también con Paula. Pero comencemos desde el principio.
1. El teatro.
Una no se espera mucho de una obra cuya entrada cuesta 15€ y menos si considera que es difícil adaptarla al teatro; no obstante, no estuvo mal. Siendo sincera, la voz del protagonista (Guillermo de Baskerville) no era, para mi gusto, lo suficientemente grave. La noté rara desde un principio y tardé en acostumbrarme. Por último, teniendo presente que no soy una experta en el tema, la actuación del aprendiz del protagonista me pareció bastante mala, fundamentando esto en el hecho de que se paró para apartar un cable en medio de la obra.
Lo que más me gustó fue el escenario. Consistía en unas plataformas movibles que daban a entender con mucha facilidad si el escenario era interior o exterior, además de provocar una sensación dinámica agradable ya que la obra tiene una duración de 2h sin descanso. Resultó ser bastante ingenioso y los personajes se movían alrededor de él sin problema.
Y es que, aunque la obra era tan larga, no se me hizo especialmente pesada. La parte que destaco es cuando consiguen entrar en la biblioteca y reflejan perfectamente el laberinto en el que consistía.
Conclusión: para aquellos exigentes en el género la obra no es recomendada, quizás los actores no se luzcan tanto como otras de mayor calibre y lo puede apreciar hasta el menos entendido en el tema. En cambio, para los amantes de la novela que pretenden pasar el rato, la obra es óptima en relación-calidad-precio.
2. La cena.
El Ojalá playa en Madrid es un restaurante que decidí probar por recomendación. Se trata de un local en cuyo suelo hay arena, mesas y cojines (en un principio, ahora os contaré por qué) y en el que puedes disfrutar de un ambiente playero en pleno centro de una ciudad de interior. He ahí el nombre y la gracia del lugar.
Total, que tras llamar y descubrir que no podía reservar y que tenía que hacerlo a través de internet, me disponía a disfrutar de un sitio pintoresco para variar un poco. Pero el primer problema se presenta cuando sólo puedo reservar según el turno, lo que quiere decir que no puedo decir "quiero mesa para las 22.30h"; esto no me gusta, no me gusta no poder organizarme. Sin embargo, las ganas de comer en el suelo eran mayores que las de salir con todo planeado (detalle importante en una ciudad tan grande), y tras la función nos dirigimos al local esperando encontrar esto:
Espectativas |
Y encontrando, en su lugar, esto:
Realidad |
El segundo problema se refleja en la primera pregunta que formulé al entrar: "disculpe señorita, ¿por qué no hay arena en el suelo?". La camarera contestó de una forma un poco grosera y molesta manifestando su desagrado, la arena estaba en el piso de abajo y había que reservar para poder comer o cenar ahí con días de antelación. Le conté la llamada y que preferíamos esperar y comer abajo pero se apresuraron a sentarnos en una mesa; esto no nos pareció nada bien pero ya que estábamos allí decidimos disfrutarlo un poco.
La carta ya era conocida para mí, está disponible en internet y la había buscado para hacerme una idea de los precios.
Pedimos dos degustaciones, una de primeros y otra de terceros y sólo nos gustaron dos platos de seis: el carpaccio y los noodles. Lo lamento pero esta vez no hice fotos ni de la comida ni de la cuenta, y el restaurante barato no es; lo que ocurrió es que intentamos hacer una de esas reuniones sin móviles, para no parecer unos adictos como de costumbre. Graaaan error, las fotos de mis comidas suelo considerarlas sagradas.
Conclusión: La atención en el cliente brillaba por su ausencia y la comida no nos gustó especialmente por ser demasiado innovadora a ninguno de los 4. Puede que la desilusión de no comer sentada en un cojín en la arena influya en mi decisión pero, personalmente, no recomiendo el Ojalá playa.
Nada más que comentar por hoy, en mi próxima entrada hablaré del día de ayer. un restaurante griego de Fuencarral y una librería-cafetería llamada Tipos Infames.
¡Empezad la semana con energía y buen humor!
-Alba Enríquez.
2 comentarios:
He de decirte que dese que descubrí tu blog, cada semana espero ansiosx la nueva entrada!
¡Hola Alba!
Me he llevado una súper sorpresa al ver que vuelves a estar por aquí, en el mundo blogger.
Me encanta cómo das tu opinión sobre los acontecimientos a los que vas y los restaurantes de la capital, espero con ganas tu nueva entrada.
Un beso enorme guapa :)
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